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Honrarás a tu padre y a tu madre – Expandiendo el círculo de gracia

Honrarás a tu padre y a tu madre, legitimidad sucesoria

Honrarás a tu padre y a tu madre no es solo un mandato: abre la puerta de la legitimidad sucesoria, activa la Gracia en la tierra y ordena el merecimiento, la abundancia y el reconocimiento.

El cuarto mandamiento suele olvidarse. Sin embargo, mientras tus padres vivan, aún estás a tiempo: la bendición del padre abre caminos y atrae abundancia; la bendición de la madre restablece la senda al Cielo en la Tierra.

Queridos todos: este fin de año, la Gracia Divina me hizo un regalo que deseo compartir. Cuando el Universo quiere que aprenda para poder enseñar, conspira para que me dé cuenta.

Para el 31 de diciembre sugerí trabajar San Pedro ad vincula (liberación milagrosa de Pedro). Se dieron las circunstancias para pasar el fin de año con mi padre por primera vez desde que tengo memoria. Sabía que no era casual. Había un sentido profundo y yo no debía perder la oportunidad.

Surgieron sentimientos contradictorios: quería y no quería. Recordé que, como padre y madre perfectos de mí mismo, debía preparar a mi Ego/niño interior incluso para la posibilidad de que quienes habían prometido venir se arrepintieran. Para estar preparada, tenía que comprender la trascendencia de lo que estaba haciendo y aceptar, aun en contradicción, si el karma lo plasmaba de otra forma.

Tres días antes salí a comprar vajilla nueva, sin necesidad aparente, pero quería todo nuevo. Pensé en lo que más disfruté ese año: ser servida por chefs y participar en shows de sabor. “Puedo hacerlo”, me dije. Entre mis habilidades adormecidas estaba la cocina, no la diaria, sino la especial. Mientras reunía elementos, entendí que estaba preparando también la mesa interna para mi padre.

Para que comprendan: mi familia primaria, incluido mi padre, dista mucho de la familia Ingalls. Honrarás a tu padre y a tu madre, legitimidad sucesoria

Mi hermano (del segundo matrimonio de mi padre) se acercó después de años. En una conversación me dijo que dejó de ver a nuestro padre porque, cada vez que buscaba compartir un logro, él respondía con decretos que pesaban como espada de Damocles. Yo le confesé: a mi padre “no lo podía atravesar”. Ver en él, un muro total.

Recordé el pasado. La crítica era fuerte. Siempre encontraba en sí mismo algo “mejor” para comparar nuestras falencias. Su virtud: resaltar errores e impotentizar. De niñas, mi hermana y yo sufrimos. Mis padres se separaban, y cuando él estaba, era para recriminarnos por el estudio: “sois inútiles”. Todo cambió al mudarnos a Moreno: dejé de verlo y quedamos con mi abuela paterna —energía “viuda negra”— que desplazó a mi madre enferma.

La Gracia fue no verlo hasta que el conocimiento ganara espacio. El nicho referencial de mi abuela: “las nenas estudian y son las mejores”. El mecanismo de sublimación: estudiar de todo y ser las mejores para no ser aplastadas por esa exigencia.

En la charla con mi hermano pude comprender por qué mi padre no trasladó esa excelencia: temía ser opacado. Tomó de su madre el celo por el propio quehacer. Sus dos hijos varones del segundo matrimonio fueron criados por sus padres sin ese orden; capaces, pero limitados por la sobreprotección.

Atribuí a la avaricia lo que en verdad era envidia (miedo): querer quitarme la casa estando yo separada con dos niños; tomar ventaja de situaciones; ubicar a otros por interés político, nunca a sus hijos. Fue y es de buena fortuna: la Diosa de la Fortuna miraba otra cosa. Nació “en manto”; en Ciencias Sagradas supe que ese signo atrae el padrinazgo de un duende que concede deseos; así obtuvo vivienda, dinero, trabajos. Vivió sintiéndose merecedor desde la cuna. Al final de los tiempos, esa Fortuna se reclama.

La misión familiar está escrita en el apellido. No siempre puedo canalizarla para otros: requiere velos corridos o etimologías conservadas. Desde que canalicé Conexión con el Alma, el Universo me condujo a cancelar su contrato. Lo hice como enseño hoy en los talleres. Muchas cosas mejoraron, pero faltaba algo.

Intenté acercamientos. Cuando presenté la primera edición de Conexión con el Alma en Moreno, lo invité. No vino. Comprendí que su “hija” era su tercera esposa. Le dejé un ejemplar señalándole la estrategia de El Espejo de nuestra familia. Mi Ego lo sabía; lo que no sabía era la revelación que llegó mientras preparaba la mesa del 31:

Se me pedía honrar a mi padre y pedir su bendición.

La clave está en el Antiguo Testamento: los primogénitos pedían al padre la bendición para su vida y misión. Hecho a tiempo, recibían la sucesión de la energía en que Dios descendió a la Tierra a través de los padres. La promesa a Abraham se cumple en nosotros.

Mi padre es 3D total; no iba a pedirle una bendición teológica. Debía ser guiada por lo Superior: si entraba el Ego a “pasar factura”, cancelaba la Gracia. Guardar silencio en lugar de atacar requiere la visita de la Misericordia. Debía ver que su imposibilidad de cambiar reflejaba mi propia dificultad para abrirme al perdón.

Mis guías me llevaron a una línea de acción para activar la Misericordia, el perdón y sanar la raíz energética del Ego/niño interior. Él teme que le pidan algo; si yo erraba los pasos, se cancelaba todo. En estas experiencias, importa tanto el qué como el cómo: la inspiración divina marca el modo.

La esencia-don que se activa en la herencia del Cielo a la Tierra se llama Legitimidad Sucesoria. Nutre la cosecha y expande la misión. Incide en la Fortuna porque de ella depende la herencia energética que se hará visible para resolver el karma de familia.

En la Biblia, los patriarcas engendran hijos legítimos e ilegítimos: toda primera creación carga la energía del error; los primogénitos toman el karma más pesado, por eso recibían la herencia de la Tierra, y los menores, la Gracia del Cielo. La legitimidad de sucesión aparece invertida hasta que el planeta ascienda.

En Occidente, el cuidado de los mayores se delega a geriátricos. En otros lugares, como Corea, el primogénito hereda y asume el cuidado de sus padres. Pero la mayor Gracia no es material: es la bendición del primogénito. La de la madre puede ir a todos los hijos; la del padre es única para el primogénito.

El cuarto mandamiento es el único con promesa implícita. Dios dijo a Jacob: “Yo soy Adonai, Dios de Abraham tu padre y el Dios de Isaac… y serán bendecidas por ti todas las familias de la tierra” (Génesis 28:10-14). Así, la bendición del padre trae tierras, descendencia, renombre; es decir, merecimiento, paz y crecimiento humano.

Si tienes dificultades con el merecimiento, la abundancia o el reconocimiento, revisa si está bloqueado el don de legitimidad sucesoria. La bendición de la madre atrae la guía de María y restablece el Religare; la del padre confirma la promesa hecha a Abraham.

Si los padres no lo hicieron en vida, pesa sobre el alma la omisión; al desencarnar, el alma comprende lo que debía hacer. Algunos requieren tiempo para limpiarse; otros, oración y Misericordia para liberarse. Cuando lo pide un hijo, es reconocido por el padre de la Tierra y por el Padre de los Cielos.

En 1997 trabajé para perder el miedo al bajo astral y pude rezar por mi madre, fallecida cuando yo tenía catorce años. Tras cuarenta días de trabajo y la guía angélica, aprendí a liberar su alma. Ese acto abrió mi conexión con María, luego con el Hijo y el Padre.

El 31 de diciembre de 2006 entregué el poder a Dios. Días antes soñé con mi madre pidiéndome cambiarla de tumba; no tuve tiempo de decodificar, y confié. En un vivero frente al cementerio, vi un juguete: un perro que cantaba “Only You”. Compré el regalo para mi padre sin entender aún los signos: a menos de 50 metros estaba la tumba de mi madre; “Only You” fue la canción con la que se conocieron. Recordé que, de niña, siempre me regaló perros de peluche. Comprendí: debía hablar a los niños interiores de mi padre y su esposa.

Lo honré: le serví lo mejor, le devolví la promesa luminosa de su juventud y canté para él. Cuando fue el momento, le recordé una escena de infancia y le pedí su bendición. Y la dio, desde el Alma. El muro que nos separaba se disolvió, recuperé la bendición del padre de la Tierra y, con ella, la Promesa del Padre de los Cielos.

Comencé 2007 cantando el Shemá tomados de la mano: mi padre, su esposa, mi hermano y yo. Muchas cosas cambiaron. Primero compartí esto en el círculo de iniciados; por Libre Albedrío, hoy expando el círculo para que quien sienta su momentum pueda reconciliarse con sus padres. Más allá del error y de lo que el karma haya plasmado.

La clave: amar a Dios sobre todas las cosas; honrar a los padres y continuar la línea descendente con la que Dios bendijo a Abraham. Date la oportunidad si aún tienes a tus padres vivos. Trabaja con tu Ego el miedo al rechazo. Pide Misericordia. Libera almas de tus antepasados con certeza: trabajando por ellos, trabajas por ti.

Si vas a honrar a tu padre o a tu madre para pedir su bendición, mejor a solas con cada uno. No funcionará si no disuelves antes tu propio muro interior. Pide un don del Espíritu Santo: el Santo Temor de Dios. Antes que temer rechazos de la Tierra, temo perder mi Alianza con Dios: esa energía sostiene mi fe y me hace avanzar.

Si un hijo no puede honrar a sus padres, llegará a un techo. Activa el Laberinto para clarificar: pregunta qué tema de tu plan de vida bloquea el no honrar a tu padre (o a tu madre). Hazlo también con los dones en estadio cosecha de tus Nombres Revelados o en el Plano Azul de frecuencia galáctica. Si se activa en contradicción, allí está el bloqueo.

Si no logras ver los hilos invisibles, profundiza la sanación multidimensional. Si cuesta el Religare, el tema está con la madre biológica. Que el Padre-Madre Dios te conceda amor, abundancia y reconocimiento, sabiéndote heredero de Su Gracia.

Un abrazo desde el alma.
En la Gracia siempre.
Brinda Mair


Lecturas recomendadas

  • Internas: Estrategia: La Gracia, Los contratos del alma, Módulo: El niño interior, Merkabah y sanación multidimensional
  • Externas: Abraham (Wikipedia), Residencia de personas mayores

 

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Escrito por Brinda Mair · Categorías: Abandona el Laberinto, Blog, Estrategias del Juego-app · Etiquetas: Estrategia La Gracia

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