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La levadura de Dios y el misterio del «pan nuestro de cada día»

La levadura de Dios y el misterio del «pan nuestro de cada día».
Cada uno de nosotros es un fruto exquisito del Árbol de la Vida, en el Edén del Padre.
Sin embargo, nuestros aprendizajes pudieron hacer que la fruta se pudriera o se acidificara.
O, quizá, quien la recibió a manos llenas, terminó escupiéndola en nuestra cara.
Eso nos hizo sentir muy mal y nada merecedores de que alguien más, alguna vez, nos quisiera.
Nuestro desafío de vida es recuperar esos dones y trabajarlos, amasándolos como pan, para dar de comer «pan nuestro de cada día» al mundo, en Oficio de Cristo.

La levadura del mundo es el Amor de Dios.

La Ley de Correspondencia: «Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba».

Jesús nos habló para que repitiéramos el rito de la Última Cena en su recuerdo.
El rito del pan en 3D nos dejó sin comprender su sentido en los multiniveles de conciencia planetaria.
Nos quedamos con la explicación recibida de la Iglesia: que Él compartió su Cuerpo con nosotros.
Sí, pero hay mucho más. El misterio del pan.

Vivir en Oficio de Cristo significa convertirse en pan para ser comido en el mundo.
Para fabricar pan se necesita un poco de azúcar y un poco de sal, en la justa medida, además de agua y harina.
Azúcar y sal son necesarios para que la levadura crezca.
El artesano panadero debe tener oficio para que ambos ingredientes no maten a la levadura.

El alma sabe que debe inducir al ser inferior a reunir los componentes durante 40 años.
Ese es su plazo.
Así, su contenedor en el mundo físico —el cuerpo que se expresa a través de la personalidad— se vuelve un buen artesano panadero y puede entregar al mundo los dones que el Padre le encomendó al venir a este plano.

Veamos los ingredientes para esta sagrada tarea:
La harina corresponde a nuestros egos físico, emocional, mental y espiritual en equilibrio.
El agua ya está en todo nuestro cuerpo físico.
La sal es el karma necesario para que la vida tenga gusto.
El azúcar es el amor de la Tierra y lo tienen nuestros niños en la fruta de nuestros dones del Árbol de la Vida.

¿Y la levadura? Nuestro ser inferior se pregunta: ¿de dónde la sacaremos si Dios nunca estuvo en nosotros?
Solo debemos recordar y ver el Mundo con Ojos de Dios.
Todo fue antes de que el mundo fuera.
La sabiduría popular lo registra: «Cada niño nace con un pan bajo el brazo».
La trajimos al nacer.

la levadura de dios

La levadura de Dios y el misterio del «pan nuestro de cada día».
Cada uno de nosotros es un fruto exquisito del Árbol de la Vida, en el Edén del Padre.
Sin embargo, nuestros aprendizajes pudieron hacer que la fruta se pudriera o se acidificara.
O, quizá, quien la recibió a manos llenas, terminó escupiéndola en nuestra cara.
Eso nos hizo sentir muy mal y nada merecedores de que alguien más, alguna vez, nos quisiera.
Nuestro desafío de vida es recuperar esos dones y trabajarlos, amasándolos como pan, para dar de comer «pan nuestro de cada día» al mundo, en Oficio de Cristo.

La levadura del mundo es el Amor de Dios.
La Ley de Correspondencia: «Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba».

Jesús nos habló para que repitiéramos el rito de la Última Cena en su recuerdo.
El rito del pan en 3D nos dejó sin comprender su sentido en los multiniveles de conciencia planetaria.
Nos quedamos con la explicación recibida de la Iglesia: que Él compartió su Cuerpo con nosotros.
Sí, pero hay mucho más. El misterio del pan.

El vivir en Oficio de Cristos, significa en convertirse en pan para ser comido en el mundo.
Para fabricar pan se necesita un poco de azucar y un poco de sal, en la justa medida además de agua y harina. El azucar y la sal son necesarios para que la levadura crezca pero el artesano panadero debe tener oficio para que ambos ingredientes no maten a la levadura.

El alma sabe que debe inducir al ser inferior a reunir los componentes durante 40 años.
Ese es su plazo.
Así, su contenedor en el mundo físico —el cuerpo que se expresa a través de la personalidad— se vuelve un buen artesano panadero y puede entregar al mundo los dones que el Padre le encomendó al venir a este plano.

Veamos los ingredientes para esta sagrada tarea:
La harina corresponde a nuestros egos físico, emocional, mental y espiritual en equilibrio.
El agua ya está en todo nuestro cuerpo físico.
La sal es el karma necesario para que la vida tenga gusto.
El azúcar es el amor de la Tierra y lo tienen nuestros niños en la fruta de nuestros dones del Árbol de la Vida.

¿Y la levadura? Nuestro ser inferior se pregunta: ¿de dónde la sacaremos si Dios nunca estuvo en nosotros?
Solo debemos recordar y ver el Mundo con Ojos de Dios.
Todo fue antes de que el mundo fuera.
La sabiduría popular lo registra: «Cada niño nace con un pan bajo el brazo».
La trajimos al nacer.

Puede haber ocurrido que existiera mucho karma en la unión de nuestros padres y que, a poco de nacer a esta realidad, su exceso de sal haya matado nuestra levadura. Entonces, los 40 años se habrán convertido en un verdadero peregrinaje de sangre, sudor y lágrimas para quitar ese exceso de sal y equilibrarlo con el azúcar.

La persona en 3D confunde energía 4D y acepta, a cambio de un poco de azúcar, toneladas de sal, y nunca equilibra las cuentas con el Padre.

La búsqueda en la salida del Laberinto debe darse en el encuentro del equilibrio de la pareja interna.

En este momento planetario, el exceso de la energía 4D que busca la Ascensión en este lado del tiempo es atraído por cada ser humano y, por añadidura, por cada relación de pareja, por cada familia y grupo de almas, para “cerrar las cuentas pendientes” en este y en el otro lado del tiempo.

Si hubiera equilibrio interno en cada uno, viviríamos en el Paraíso.
Sin embargo, estamos en un universo kármico, y la diferencia de concentración entre la energía 4D pendiente entre unos y otros moviliza la energía cual reacción química para equilibrar sustancias, buscando el nivel.

¿Qué nos atrae del otro? Pues el azúcar. ¿Qué es el azúcar? El azúcar es el amor de la Tierra que toma distintas máscaras, tales como el deseo (de posesión, sexual, etc.), el amor condicional, el interés, etc. En tal sentido, funcionamos como insectos atraídos por un dulce.

Cada uno de nosotros es un fruto exquisito del Árbol de la Vida en el Edén del Padre, pero nuestros aprendizajes puede que ocasionaran que nuestra fruta se pudriera o se acidificara. O bien, quien la recibió a manos llenas tal vez terminó escupiéndola en nuestra cara y nos hizo sentir muy mal y nada merecedores de que alguien más, alguna vez, nos quisiera. O tal vez nunca creímos que pudiéramos ser apetecibles para nadie, porque alguien alguna vez nos lo dio a entender y lo aceptamos… Entonces, inconscientemente, como niños, nos disponemos a lograr que nuestra fruta sea deseada por otros, porque en su reflejo, tal vez, algún día nos aceptemos.

Todo es válido desde 3D: se pone afuera lo que no se tiene dentro. Se crean nichos referenciales como objetivos a lograr y se ponen plazos para efectivizarlos, y se transforman en las metas de nuestra vida.
Entonces, habrá quienes crean que su fruta es valorada si se casan con fulanito/a; o si tienen tal título; o si se hacen tal cirugía; o si tienen tal físico; o si tienen tal auto, tal departamento o tal posición social…
El abanico de lo posible en una sociedad lo muestra su publicidad. Son los nichos referenciales artificiales que crea la sociedad de consumo.

Pero hay otros que son mucho más fuertes y menos evidentes: son los que nuestro niño captó en los primeros años de su infancia, aun durante su gestación. Eso marca definitivamente la impronta de nacimiento y condiciona kármicamente el gusto por determinada sustancia que, seguramente, mi madre me pasó en la placenta; y que mi niño busca, un azúcar similar, en el mundo físico a través del contacto con el otro, para recrear la misma energía del útero de mi madre, en la ilusión del amor de la Tierra.

Aquellos que no han sido aceptados y cuyas madres quisieron abortarlos sin éxito, kármicamente se les dificulta recrear esta ilusión porque carecen de contexto energético para hacerlo.

Tamaña tarea la del amor de la Tierra, que solo la ilusión de la 3D puede intentar recrear: hacer sentir a cada quien protegido como en el útero materno. En realidad, esa ilusión deberíamos tenerla cada uno en sí mismo y, entonces, se convertirá en realidad en el Espejo del otro. Pero, en el mundo al revés, buscamos afuera lo que no tenemos dentro.

El enamoramiento, la atracción entre azúcares complementarios, realiza la ilusión. Como la magia del amor menor: el encantamiento, el endulzamiento.

Al tiempo ocurrirá que el contacto físico entre ambos provocará que la reacción química inicial continúe con la reacción química entre las sales de uno y de otro. Estas comienzan a fluir buscando el equilibrio.
La sal es el karma, el aprendizaje pendiente.

Hay dos formas en que la sal se cristaliza energéticamente, y dependen de la aceptación de la energía.

Cristalización inmediata: si hay exceso de sal y el anhelo por lo dulce por desvalorización no es patológico, la sal reemplazará el efecto dulce y se separarán al poco tiempo.

Cristalización retardada con efectos en 3D: si el deseo del azúcar que provee el otro a la relación es muy grande, tolerará el exceso de sal, aceptándolo en su cuerpo en 3D, enfermándose.
La química del karma provoca que, al “final de la jornada”, por equilibrio de las sales buscando el punto neutro para la Ascensión, el que tenía menos sal quedó “más salado” y el que tenía más alivianó su tensión porque “perdió sal”.
Si el que quedó “salado” no estaba listo para el exceso de sal, la tiene que retirar rápidamente, porque el exceso precipitará en su cuerpo físico, enfermándolo.
Los mecanismos para evacuar exceso de sal dependerán de los chakras que se afecten en el intercambio salino: lágrimas, sudoración y hasta el sexo inmediato luego de la pelea con la pareja son formas de quemar karma, quitando exceso de sal.

Por eso hay personas a las que las peleas las excitan y hasta las generan: es un mecanismo 4D/3D de quemar lo que no toleran en su campo energético, utilizando a su pareja.

Si el exceso de esta energía 4D ingresa en el cuerpo “del que quedó salado”, lo enfermará en el órgano físico que kármicamente haya aceptado la sal.
La piel, si se afectó el cuerpo etérico; el estómago, si se afectó el cuerpo emocional; etc., etc.
El “Síndrome de Fatiga Crónica” tiene su origen en esta aceptación pasiva de la energía de forma kármica.

Si continúa avanzando, traerá como consecuencia depósitos de la energía de formas-pensamiento en los órganos internos que kármicamente se afecten, por miedo a que quien le envió el exceso de sal —y que el sujeto aceptó— le deje de dar su azúcar, su amor condicional, que necesita para hacer crecer su levadura.

Cristalización retardada con efectos en 4D: se genera un muro con forma de útero o cueva de sal en 4D. La persona, en la búsqueda del amor de la Tierra, activa inconscientemente una energía viuda negra. Le pide energéticamente a la energía símil-madre que le dé su azúcar y lo cobije en su útero protector (hombre o mujer), como si fuera la madre.
Si la situación se acepta energéticamente, continuarán juntos hasta que uno de los dos avance al próximo estado de conciencia.

Este es el caso de los hombres que tienen a sus mujeres de hijas y de las mujeres que no están casadas con un hombre, sino que lo han convertido en su hijo. En casos extremos: relación dominador–dominado, víctima–victimario. El deseo sexual desaparece porque viven el vínculo como madre–hijo / padre–hija.

¿Cómo actúa en este caso la energía?
Es el estereotipo de la energía viuda negra. El azúcar de la viuda negra mantiene a la energía-hijo dentro de su capullo-matriz, feliz, porque le da lo que necesita. El exceso de sal entre ambos no ingresa a la energía-hijo, enfermándolo, sino que crea un refuerzo: un muro con forma de útero energético, un capullo-matriz, prolongando en la ilusión el parto más allá de toda lógica.

Es como hizo Circe, la Maga, que indujo la ilusión del placer a Ulises, deteniéndolo en su isla más allá del tiempo lineal, creándole un tiempo artificial para que no recordara seguir adelante por el mar del mundo en busca de su isla. ¿Fue perversa Circe? Pues no: quería amor para no estar sola en su isla, condenada por los dioses al ostracismo. ¿Fue inconsciente Ulises? Pues no: en cierta forma, no se atrevía a andar nuevamente esos mares llenos de peligros por la condena de Poseidón.
Esta energía castra, pero mantiene en la ilusión del dulce, del amor, no permitiendo crecer, porque el feto, como un bebé prematuro, siempre queda chiquito.

Pero, así como cuenta la leyenda, Ulises, con ayuda de los dioses, un día despertó y huyó de la isla, lo mismo ocurre con aquellos que despiertan de la ilusión de su jaula de oro. Cuando la persona se hace consciente de su encierro, es como si despertara de un estado de catalepsia dentro de un ataúd. Por lo general, la sintomatología física es la asfixia, alergias respiratorias, asma, ahogos de todo tipo. La desesperación hace que la persona intente romper el capullo-matriz de sal. Los otros, su entorno, no pueden comprender qué le ocurre: “Si todo es tan perfecto, ¿qué te pasa?”. La culpa hace que la persona se deprima por no ser feliz si debiera serlo por toda regla lógica. “Te da todo, ¿qué más quieres?”. Pues, respirar… Si encuentra fuerzas para romper el capullo-matriz, la relación se terminará si no acepta el nuevo estado de conciencia.

El nuevo ser nacido de esa experiencia huye buscando distancia de su carcelero / madre–padre energético, en la ilusión; pero, como no sabe quién es y no tiene tan clara —como Ulises— la ayuda de los dioses, termina regresando una y otra vez, hasta que el capullo-matriz comienza a formarse nuevamente, sin que tenga fuerzas para romperlo otra vez. Entonces se resigna y acepta la ilusión de que “todo está bien” hasta su muerte, porque la sal de las paredes comienza a filtrarse a sus huesos.

Hay una esperanza: que, por Gracia, el néctar de los dioses llegue hasta su pozo de Elías y genere gusto por el néctar divino, y lo anhele en este mundo más que al azúcar. Cuando así ocurra, disolverá la ilusión de su encierro y amará incondicionalmente a su carcelero en la ilusión, y también lo liberará.

Así somos todos los humanos: aceptando condicionamientos energéticos solo por desconexión de Dios y búsqueda del amor inferior, como débil reflejo del Amor de Dios.

Pero hay salida, aun en medio de tantos errores kármicos.
Lo que el Maestro Jesús dijo: “Hombres de poca fe, si tuvieran la Fe del tamaño de un grano de mostaza, le dirían a esa higuera que vaya y se arroje al mar y no dudarán en su corazón. Ocurriría”.

Siempre tenemos oportunidad de traer más levadura al mundo. Un niño, un hijo del alma, es la oportunidad de traer nueva levadura desde el Padre cuando todo en este mundo pareciera anunciar muerte: un nuevo nacimiento traería esperanza de vida.

El nuevo nacimiento de nuestro niño interno, que viene nuevamente desde el Padre con levadura bajo el brazo para hacer un buen pan y multiplicar dones. Cuando no podemos hacerlo, traemos hijos al mundo para que, por amor de la Tierra —azúcar de este mundo—, incondicional en la entrega por la levadura del pan que traen bajo el brazo, compartan con nosotros nuestro karma, guardando la esperanza secreta —regalo de dioses— de que

Cumple con el desafío de tu vida en este plano:
Recupera tus dones y trabájalos amasándolos como pan.
Da de comer tu «pan nuestro de cada día» al mundo en Oficio de Cristo.

Que el Espíritu nos guíe Siempre
Con Amor Incondicional
Brinda Mair

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Escrito por Brinda Mair · Categorías: Blog, Sexualidad Sagrada

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