Homosexualidad masculina en conflicto con las creencias religiosas: la culpa, el Santo Temor de Dios y la represión emocional.
Este post surge a partir de las preguntas y reflexiones nacidas de la canalización Homosexualidad reprimida y el miedo a ofender a Dios, donde se abordó la energía del Espíritu Santo conocida como el Santo temor de Dios. Aquí comparto parte del diálogo que mantuve con un querido amigo que abrió su corazón para comprenderse a sí mismo.
Su búsqueda de claridad frente a la homosexualidad masculina y su conflicto con las creencias religiosas activó heridas profundas, muchas de ellas compartidas por quienes han vivido situaciones similares.
La carga de lo no dicho
El miedo a equivocarse, el juicio de los demás, el deseo de ser aceptado, la culpa ante Dios… son emociones que detienen. “Eres así y no cambiarás nunca”, dice la sociedad. El alma lo sabe, pero la mente busca ajustarse a la norma. ¿Qué ocurre entonces con quienes se casan intentando reprimir su naturaleza?
El problema no es la homosexualidad masculina en sí, sino el autoengaño, la represión, la falta de diálogo. El deseo de experimentar la propia polaridad no es un error, pero ocultarlo y actuar desde la sombra, sí puede generar karma innecesario.
Casarse sin estar alineado
Muchas personas se casan por cumplir mandatos sociales: tener hijos, no envejecer solos, aparentar una normalidad que los salve del estigma. Pero si se hace desde la inconsciencia, el precio puede ser alto: dudas, conflictos internos, relaciones paralelas, sufrimiento innecesario.
No se trata de señalar, sino de comprender. El verdadero estigma no está en la orientación sexual, sino en la mentira sostenida. Y todo comienza por no poder hablarlo. Lo que no se habla, enferma. Lo que se oculta, explota.
Salir del escondite
En cada caso, lo que sana es la palabra, el acto consciente. Poder decir lo que se siente. Tal vez la pareja esté dispuesta a crecer con uno. Tal vez no. Pero el acto de sincerarse libera.
La homosexualidad reprimida detiene el flujo vital. Vivir ocultando una parte de sí mismo por miedo a ofender a Dios es una herida antigua. Pero Dios no se ofende. Dios comprende. Dios espera.
La espiritualidad y el plan de las almas
Dentro del Plan Divino, el crecimiento espiritual se da entre hombre y mujer, por el equilibrio de las energías. Sin embargo, quien elige otro camino desde el amor y el respeto, también está viviendo una parte del Plan. Aunque distinta, no es menos válida.
La homosexualidad masculina puede llevar a una fase andrógina (equilibrio yin-yang) en 4D, pero en 3D genera un desbalance si se absolutiza. No obstante, cada uno tiene la libertad de experimentar lo que su alma vino a comprender. Y el mundo actual está permitiendo visibilizar realidades que antes se ocultaban.
El falsificante y la máscara
Muchas veces es el espíritu falsificante el que actúa, generando confusión interna, culpa, duda. Alimentado por creencias religiosas distorsionadas, crea un muro que impide ver con claridad. Y si la mente juzga y el corazón teme, entonces no hay paz.
Pero no estamos condenados. Siempre se puede elegir. No importa cuántas veces uno haya dudado. La puerta que no se abre, jamás mostrará lo que hay detrás. Y a veces, solo se necesitaba cruzarla para descubrir que el miedo era más grande que el hecho.
El estigma como enseñanza
El estigma, como rótulo social, puede ser una cárcel… o una oportunidad. Una marca que impulsa al alma a rebelarse contra la mentira. La verdadera falta no es amar, sino vivir sin amor. No es sentir, sino vivir desde el miedo.
Reflexión final
No hay error en quien se cuestiona desde el alma. No hay falta en quien desea vivir en verdad. La homosexualidad masculina en conflicto con las creencias religiosas es, muchas veces, un conflicto interno entre lo que se siente y lo que se cree que debería ser.
Pero si hay algo sagrado en todo esto, es la búsqueda honesta. Porque quien busca comprenderse, ya ha comenzado a sanar.
Brinda Mair
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