Posee la virtud de caridad y atraerás e irradiarás luz de Dios, despertando la divinidad en ti y en los demás en Consciencia Crística. Quien posee la virtud de caridad no tiene en sí mismo tibieza ni vacío, pone luz en todo. Su energía está cargada de quintaesencia y atrae e irradia luz de Dios.
Hay quienes pueden ser caritativos con otros, pero no consigo mismos. Pueden perdonar a los demás, pero no perdonarse. Pueden dar con facilidad, pero el recibir les genera culpa.
Siendo caritativos, le concedemos al otro la oportunidad de cambiar, de redimirse y en su espejo, seremos capaces de creer que nosotros también podemos transformarnos, mejorar y progresar sin dudar de que ocurrirá.
Una pauta sencilla a seguir para practicar la caridad es actuar bajo el principio: “No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti”. Estoy teniendo caridad con el otro como la tendría conmigo mismo.
Cada uno de nosotros es un centro particular de divinización. Debemos procurarnos una mínima elevación espiritual que no solo mejorará nuestra vida, sino también la de todos aquellos que toquemos en nuestro vivir. Nuestra divinidad despertará la divinidad de otros y así, muchas partículas de divinidad construirán el Corpus Christi o Cuerpo Místico del Cristo que es el Pueblo de Dios.
La Divina Providencia supera todo lo que el hombre pueda ofrendar a Dios. Si entramos en ella, con nosotros entran muchos otros que nos corresponden por contratos del alma.
Cada uno de nosotros ha sido elegido para ver a Dios cara a cara. Pero somos nosotros quienes debemos elegirnos siguiendo el camino hacia la Consciencia Crística.
A la virtud de caridad le debemos el poder alcanzar estas cumbres. La caridad saca vida hasta de lo más cargado de muerte.
Cuando atraigas a ti esta virtud seguirás siendo tú mismo, pero te sentirás en fusión con el Cristo y con los demás.
Un abrazo de luz
Brinda Mair
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