Descubre qué es la ascensión y cómo el cuerpo de luz eleva tu frecuencia: etapas, quinta dimensión y señales internas del proceso auténtica.
El planeta y todos los seres que en él viven están en proceso de Ascensión. Este proceso comenzó hace miles de años y se ha acelerado mucho en los últimos tiempos.
Si te preguntas qué es la ascensión, es básicamente un cambio de frecuencia y un cambio de foco de la conciencia (*1). La energía está presente en todas las cosas y se combina de maneras indescriptiblemente complejas para formar todo lo que conocemos y lo que no conocemos, incluso a nosotros mismos. Nuestro cuerpo físico, las emociones, los pensamientos y el espíritu, todo está hecho de energía, combinándose de una manera tal que nos convierte en un ser único en todo el universo. Debido a que la energía que somos tiene una frecuencia, podemos cambiarla con el trabajo interior y con el desarrollo del cuerpo de luz.
Eso es la Ascensión: a medida que elevamos la frecuencia más baja de nuestro cuerpo físico, este se vuelve menos denso e incorpora gradualmente energía de frecuencias más elevadas. Al hacerlo, verás y pensarás cosas que antes no te eran posibles. Literalmente te convertirás en un ser de la quinta dimensión, operarás en la quinta dimensión y trabajarás con seres de esa misma frecuencia. Las frecuencias más bajas —las del miedo y de la limitación— se derrumbarán y vivirás en un estado que llamarías de éxtasis, en unicidad con tu espíritu y con el espíritu de los demás. Eso es la Ascensión.
Nuestro planeta y todas las especies de vida en él estamos en proceso de Ascensión. Ascender significa que las formas de vida de primera y segunda dimensión pasarán a formas de vida de tercera dimensión. Los humanos —formas de vida tridimensionales— nos graduaremos ya sea hacia el mundo de la cuarta dimensión o hacia el de unidad de la quinta dimensión. Esto dependerá de nuestro nivel de evolución y de nuestra intención. La Ascensión está ocurriendo ahora, paso a paso, y continuará de una u otra forma, porque esa es la voluntad de todos.
Normalmente, los planetas y las especies de vida encarnadas ascienden a través de desastres cataclísmicos que anuncian un ciclo de muerte–resurrección. En este ciclo —como lo demostró Cristo— los desastres crean muerte planetaria. A nivel de la Mente Universal esto se sabe y se entiende, pues así suele ocurrir la Ascensión. De ahí que desde tiempos remotos existan profecías de terribles catástrofes al final de los tiempos. El ciclo de resurrección es la Ascensión, donde la vida comienza de nuevo en un nivel de conciencia más alto. La Ascensión no es reencarnación —la reencarnación conlleva el concepto de karma—: para que haya Ascensión, todo el karma debe haber sido limpiado.
La Ascensión no significa existir solo como espíritu en mundos celestiales: la Ascensión también es física. El proceso cambia el cuerpo físico al unificar cuerpo y espíritu en un solo ser: un ser perfecto de luz en un cuerpo físico de luz. Esta progresión comenzó hace miles de años, con el éxodo de los israelitas desde Egipto: la historia de Moisés llevando a su pueblo fuera de la esclavitud es una metáfora de la progresión de la Ascensión. La encarnación de Jesús fue un punto de inflexión: el Avatar Jesús fue capaz de tomar los «pecados» —o karma— de la humanidad y transmutar esa energía en Luz. Esta redención hizo posible un proceso de Ascensión suave.
Esta Ascensión involucra una serie de pasos hasta hacer posible un Ser de Luz. La redención de Cristo fue el primer paso en la progresión del cuerpo de luz; este primer paso demoró cerca de dos mil años en completarse. El Cuerpo de Luz fue introducido como experimento en 1988, siete meses después de la Convergencia Armónica. Es un experimento, pues nunca antes una Ascensión había sido intentada de esta forma. Este método —que implica un aumento gradual de la Luz en los cuerpos físicos de todas las formas de vida y del planeta, y un ascenso vibratorio— nunca había sido intentado en ningún universo en Ascensión.
La Mente Universal tiene teorías sobre cómo resultará este proceso; sin embargo, algunos resultados han diferido de lo anticipado y se han realizado revisiones. Aquí conviene incluir información sobre la evolución de nuestro Cuerpo de Luz. Primero, a nivel personal: cómo el Cuerpo de Luz nos afecta física, emocional y mentalmente. Más tarde veremos cómo afecta las estructuras de la sociedad.
Según Metatrón (*2), el aspecto más importante y emocionante del Cuerpo de Luz es que este proceso de Ascensión transforma nuestra envoltura física en un vehículo apto para unirse completamente con nuestro Ser Superior. Esta unión se crea por una serie de descensos del espíritu, programados de acuerdo con la cantidad de Luz que somos capaces de sostener en nuestras células: a mayor cantidad de Luz en el cuerpo físico, menor densidad corporal.
Hacia el final de la conformación del Cuerpo de Luz —antes de la Ascensión— nos uniremos completamente con el Ser Superior. A medida que el espíritu desciende, las áreas del alma y del espíritu se integran al físico, y cada capa cuenta con un mecanismo para atraer las experiencias humanas que aún nos ayudan a progresar (*3). Esto trae, además, una conexión por niveles con maestros y dones espirituales que siempre el Padre/Madre quiso darnos y que no podían manifestarse porque negábamos su acceso.
Cada nivel más alto del Cuerpo de Luz ahonda más en los temas humanos que la capa anterior. Es para ayudarnos a limpiarnos mental, emocional, física y espiritualmente. A medida que los problemas aparecen, podemos elegir permitir que la redención de Cristo los transmute (*4), o limpiarlos usando tecnologías de luz disponibles desde hace décadas (trabajo corporal, renacimiento, bioenergía, etc.). Metatrón señala que existe un espacio vacío al final de cada nivel del Cuerpo de Luz —la «muerte del ego»— que puede sentirse como depresión o vacío. Ese espacio debe usarse como parada de descanso antes de continuar. Es una cámara de integración donde reconstruirnos sobre nuevas bases, como la oruga que en crisálida deviene mariposa.
Las primeras seis capas del Cuerpo de Luz fueron estructuradas para un cambio gradual en todos los niveles, con despertares espirituales regulares acompañando los cambios físicos, mentales y emocionales. Del séptimo al décimo nivel, el proceso cambia y se focaliza en un área concreta.
En el séptimo nivel la mayoría experimenta el primer descenso del espíritu y un despertar espiritual notable. Puede manifestarse clarividencia, clariaudiencia o conciencia cinestésica de la energía. Hablo de este nivel en pasado porque actualmente el planeta está transitando el noveno nivel. Estar por debajo de la frecuencia planetaria —por debajo del octavo nivel— resulta doloroso.
Si estuviésemos en niveles inferiores, quizá ni nos interesaría leer contenidos espirituales. El octavo nivel del Cuerpo de Luz produce cambios intensos en el cuerpo. Son comunes síntomas tipo viral: resfriados recurrentes; cefaleas detrás de los ojos —al conectarse los canales de luz del nervio óptico y activarse la glándula pineal—; dolor de oídos —al reconfigurarse estructuras para decodificar transmisiones de luz—; o exceso de sudoración y diarrea a medida que las células pierden densidad.
Una razón para estos cambios es que añadimos una tercera banda a nuestro ADN. Para algunos, el cuerpo ofrece resistencia a la pérdida de densidad durante el descenso del espíritu; uno de sus síntomas es el aumento de peso. El cuerpo busca «contener» la masa espiritual. El ejercicio físico es la única forma de detener ese aumento una vez iniciado, y ha de ser intenso (pesas, ciclismo, trote, natación) para formar músculo. La masa muscular protege el sistema nervioso: las energías de cada descenso son más fuertes de lo habitual. El tejido adiposo no protege como el músculo: «fríe» estas energías al llegar, daña receptores de insulina y desequilibra el metabolismo, produciendo más peso. El músculo toma la energía sobrante del sistema nervioso y «convence» al cuerpo de que es lo bastante grande para contener el espíritu.
También puede aparecer en la pantalla interior un desfile de colores, ecuaciones geométricas o un zumbido. Es el inicio de la traducción que permitirá convertir códigos de luz en comprensión cognitiva (*5).
La Red de Conciencia Crística alrededor del planeta transmite constantemente mensajes a las formas de vida encarnadas en un lenguaje de códigos lumínicos. Esta información debe decodificarse y convertirse en pensamiento consciente para poder entenderla y usarla. Estos mensajes están diseñados para darnos instrucción y explicar lo que ocurre energéticamente en frecuencias dimensionales más altas.
Si eres sensitivo, quizá escuches un zumbido. Comunícaselo a tus guías: intentan ayudarte a recibir las transmisiones de códigos de luz, pero no pueden verificar si ya las recibiste a menos que se lo digas. Procurarán ayudarte subiendo el volumen y la frecuencia del código de luz audible hasta ver tu respuesta. El zumbido puede resultar muy molesto —incluso físicamente—: pide a tus guías que bajen el volumen y calibren la energía para que no irrite ni debilite. Los cambios del octavo nivel pueden tardar hasta dos años en un humano; al planeta le llevó tres.
El noveno nivel trata de integrar en la vida física los cambios espirituales del séptimo y los cambios corporales del octavo. En el noveno, el foco son las relaciones: a través de ellas probamos los cambios internos. Cualquier vínculo basado en control o manipulación se vuelve intolerable, y muchos terminan durante esta fase. También puede cambiar el trabajo en el mundo a medida que integramos la nueva identidad.
El vacío del noveno nivel puede ser doloroso: tras tanto énfasis en relaciones, se nos pide estar solos con el Ser Interior, la relación más importante. El noveno termina —y a veces comienza— con descensos masivos, llevándonos a otra relación, repitiendo el proceso hasta que «aprobemos el examen» y nos liberemos.
Al comienzo del décimo nivel, la vida se siente nueva: como nacer de nuevo. El décimo inaugura un despertar espiritual que nos conduce a la maestría de habilidades propias de maestros y adeptos. Estos dones del espíritu se fortalecen a medida que despejamos energía. En el décimo nivel, nos enfocamos en manifestar los dones y luego integrarlos en la vida diaria. El don mayor suele manifestarse primero; los demás llegan gradualmente. Si eres clarividente, por ejemplo, deberás decidir de acuerdo con lo que percibes, no solo con la vista física. La clarividencia «domina» literalmente la visión en el décimo nivel; hasta aprender a procesarla, tropezaremos. El despeje consiste en liberar la energía bloqueada en cuerpos emocional y mental, reubicándola en el espiritual, desde donde se crean los milagros.
La diferencia entre un avatar y un hombre ordinario radica en la ubicación de la energía dentro de los cuerpos sutiles. El hombre ordinario tiene la energía atrapada en emociones y memorias (cuerpo emocional) y en creencias y pensamientos (cuerpo mental), dejando «plano» el cuerpo espiritual. Un avatar tiene cuerpos emocional y mental despejados: su energía se guarda en el cuerpo espiritual y fluye hacia emoción o pensamiento cuando hace falta y retorna tras el estímulo. Así queda libre la energía espiritual para usarse según la voluntad, sin ser consumida por pensamientos, creencias, emociones y memorias. Esta es la estructura energética que debemos crear durante los niveles décimo y undécimo del Cuerpo de Luz. Permitirá hacer «milagros» tales como manifestar el pensamiento en realidad física.
El undécimo nivel es progresión natural del décimo, a menudo tan fluida que casi pasa inadvertida. Las habilidades espirituales siguen creciendo y el cuerpo físico empieza a cambiar de aspecto: se hace luminoso, «hermoso». Tal vez te digan que te ves más joven o «distinto». El undécimo trae capas más profundas de procesamiento emocional. Debemos enfrentar creencias y patrones sobre la muerte y la pérdida. Puede que creemos desilusiones o manifestemos miedos ocultos para poder limpiarlos. Cualquier energía aún almacenada en emocional o mental tras el décimo debe liberarse al espiritual en el undécimo. Si no resolvemos en el décimo, lo manifestaremos en el undécimo. No hay que temer más que al miedo.
El duodécimo nivel del Cuerpo de Luz es la Ascensión. Está marcado por el movimiento del Merkabah al centro del corazón. La forma más sencilla de definir el Merkabah es como una esfera dorada de Luz: es el vehículo de Ascensión. Cuando se activa, se produce una iniciación: es el comienzo de la Ascensión personal al mundo de unidad de la quinta dimensión.
La Ascensión puede presentarse a nivel individual, de grupo o como experiencia colectiva. Ascenderemos cuando estemos listos —solos, en grupo o en un cambio planetario—. No existe un solo «periodo» para la Ascensión: a nivel individual, hay Ascensiones ocurriendo cada día. Por eso vuelve a ti la pregunta: qué es la ascensión para ti hoy y cómo eliges fortalecer tu cuerpo de luz.
¡Prepárate para la tuya!
Un abrazo de Luz
Brinda Mair
Bibliografía consultada
(*1) Un Manual para la Ascensión — De Serapis (Thoth), canalizado por Tony Stubbs. Traducción: Enita Zirnis y Ramiro Franco.
(*2) Material canalizado traducido por Martha Palma: «Metatrón: Ascensión suave / Progresión del Cuerpo de Luz».
(*3) Por eso la realidad de quien vive en tercera dimensión puede complejizarse. La Ascensión es una tarea voluntaria —fluyendo— o forzosa, repitiendo una y otra vez las mismas asignaturas en un juego «viciado».
(*4) Las Ciencias Sagradas de tradición cristiana enseñan a entregar al Cristo la «copa de dolor» para que sea utilizada para la Gloria de Su Reino.
(*5) Las Claves de Enoc, de J. J. Hurtak, clave 2-0-7: estos códigos lumínicos fueron retirados de la humanidad adámica caída por los Consejos de los Señores de Luz (mito de Babel) y serían devueltos cuando el hombre fuese capaz de ser Luz Crística una vez más.
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