Eres de los que dejan sus tareas inconclusas o abandonan sus metas?

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Si ello es una constante en tu vida, seguramente te falte la virtud de la perseverancia. Esta tiene su raiz en el fruto del Espíritu Santo llamado Fortaleza. La virtud de fortaleza es una virtud cardinal. Las virtudes cardinales
Pese a que las virtudes teologales tal como la fe, la fidelidad, la pureza y la caridad pueden ser pedidas a Dios, no es conveniente pedir las virtudes cardinales porque al mismo tiempo que las pidas te llegaran experiencias que te enfrentaran a probar si has logrado adquirirlas o no.  Porque… ¿De que otra forma puedes demostrar que tienes fortaleza si no es probando que no eres debil en el momento de atravesar una dura prueba?
Al pedir fortaleza estas pidiendo atravesar en tu vida pruebas de alto nivel.

Ante la casi imposibilidad de pedir las virtudes cardinales sin padecer “las penurias de Job“, debes saber que estas virtudes pueden ser cultivadas y cuidadas como si de una delicada semilla se tratase.
Esto pudo comprobarlo Jesús en su vida publica. Muchos fueron quienes lo siguieron y muchos también lo abandonaron. ¿Quienes son aquellos que siendo tan entusiastas al seguir un camino se echan atras cuando la luz los abraza? Pues son las semillas que caen en suelo pedregoso. Ellas germinan sin que sus raices puedan arraigarse en la tierra. El sol quema las debiles raices y las semillas mueren.

Proviene de la virtud cardinal de la fortaleza, y es la que inclina a permanecer en el ejercicio del bien, a pesar de las molestias que ocasione su prolongación. La perseverancia hace permanecer al hombre inmóvil e inquebrantable en la práctica de la virtud un día y otro, sin desfallecer jamás. Modera además el temor a la fatiga o al desfallecimiento por la larga duración del camino y proporciona fortaleza de ánimo.


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